Florecimiento de mi voz
‘Tu practica de esta semana es hablarte. Usa tu voz, reflexiona no solo en tu cabeza o escribiendo, hablalo. Hay poder en la voz.’
Mientras escribo esta nueva carta me obligo a pronunciar cada palabra escrita, en pequeños susurros y con la voz de ‘Florence and the machine’ como sonido de background que la he puesto para apagar un poquito el sonido de mi propia voz (porque aun me da vergüenza escucharme)
Esta carta la he empezado como mi propia terapia de florecimiento. El título me lo he robado de otro post que escribía sobre ‘florecimiento humano en tiempos de pandémia’. Me hizo mucho sentido, así que me guardo esa linda palabra ‘florecimiento’ y la hago mía agregándole mi toque autentico. Mi vulnerabilidad.
Palabra poderosa que siento que describe bien nuestra existencia humana, somos un proyecto en florecimiento eterno.
‘¿Qué te hace sentir eso?’ Débil, contesté.
‘¿Desde cuando te haz sentido débil?’ Cerré los ojos y sabía desde cuando, pero no podía ponerlo en palabras, mi garganta se había hecho infinitos nudos, tensos, doliendo, palpitando, conteniendo.
En la mañana había dirigido una pequeña dinámica entre ese equipo de mujeres potentes con las cuales sé que quiero trabajar mi llamado; la dinámica consistía en responder ‘Qué le duele a tú corazón?’ ‘¿Qué dolor sientes que quieres poner energías en dar lo mejor de ti para trabajar por una solución?’ Cuando me tocó responder a mí ya había madurado mi respuesta. Me dolía que las mujeres no alcemos nuestra voz, y que nos hayan educado a callarla, a tener miedo de hacer que nuestra voz sea escuchada.
Era una respuesta que había ido madurando por varios días, semanas, e incluso meses, sin haberle puesto mucha conciencia; pero cuando toco el momento de compartirla, vino a mi en palabras claras.
Esta noche, me encontré incapaz de compartir esa voz, la garganta se me cerró una vez más, y tenía los ojos cerrados con lágrimas empapando mis mejillas.
‘¿Desde cuando te haz sentido débil?’
Sabía la respuesta. Todo se resumía a una palabra: Madre.
Descubro ahora que es ella la que me ha encaminado en este florecimiento.
Cierro los ojos y me encuentro una vez más en ese bus, con mi garganta hecha un nudo y mis ojos algo borrosos con lágrimas que se asomaban por salir. Yo escapando de mis emociones, no dejándome sentirlas, escapando de lo que me hacía sentir mi madre; rechazo y soledad.
Alzo mi mirada y veo lo último que he pintado y pegado en la pared frente a mi para poder ir descubriendo lo que eso me hace sentir. ‘Explosión’
Algo que quisiera hacer, pero no me dejo hacerlo porque contradice lo que he ido construyendo con tanto esfuerzo.
Una imagen de auto-control, auto-reflexión, soporte, madurez emocional, éxito personal y mirada desde el balcón.
Lo contrario a explosión emocional y descontrol.
Represión.
Es lo que en verdad vivo. Y lo que he decidido empezar a re-construir.
Florecimiento, ese estado humano de perpetuó re-construir; nos re-construimos constantemente y en el proceso vamos floreciendo, seguro muchas veces nos dejarnos marchitar, pero somos resilientes. Estamos vivas.
Si estas palabras no han sonado muy motivadoras y esta no era la carta que esperabas leer, hola! Esta también soy soy.
Permitámonos sentir nuestras emociones, las placenteras y las menos placenteras de igual manera. Estamos floreciendo.